La Vergüenza
La Vergüenza
La Vergüenza: Comprenderla para Sanar
Boris Cyrulnik define la vergüenza como una emoción profundamente humana y compleja. A diferencia de la culpa, que se refiere a algo que hemos hecho, la vergüenza se relaciona con lo que somos. Nos hace sentir que hay algo intrínsecamente malo en nosotros, que no somos dignos de ser amados o aceptados. Es esa sensación que nos empuja a escondernos y a pensar que si mostramos quiénes somos, seremos rechazados.
¿Qué es la vergüenza y por qué la sentimos?
La vergüenza surge cuando sentimos que no cumplimos con las expectativas sociales o personales. Desde la infancia, recibimos mensajes que nos dicen qué está bien y qué está mal. Si de niños fuimos ridiculizados o criticados, es probable que desarrollemos una vergüenza profunda hacia aspectos de nuestra personalidad. Esta emoción tiene un propósito adaptativo: nos ayuda a no transgredir ciertos límites sociales que podrían llevarnos al rechazo. Sin embargo, cuando la vergüenza se convierte en algo crónico, nos impide ser auténticos, nos aísla y daña nuestra autoestima.
Imaginemos un ejemplo: estás en una reunión familiar y decidís compartir algo personal, algo que te hace sentir vulnerable. Pero alguien se ríe o hace un comentario sarcástico. En ese instante, un calor incómodo sube por tu pecho y sentís el impulso de esconderte. No es solo el temor de haber dicho algo fuera de lugar; es la sensación de que hay algo mal en vos. Esa es la esencia de la vergüenza: no cuestiona solo lo que hacemos, sino nuestra valía como personas.
¿Por qué nos cuesta hablar de nuestros "secretos"?
Según Cyrulnik, nos cuesta hablar de esos "secretos" que nos avergüenzan porque tememos ser rechazados. La vergüenza actúa como un mecanismo protector: si mantenemos nuestras "debilidades" ocultas, pensamos que estamos a salvo del juicio ajeno. Muchas veces, estos secretos se originan en experiencias tempranas que nos hicieron sentir indignos. Para no revivir ese dolor, preferimos callar. Sin embargo, este silencio puede convertirse en una prisión emocional que nos aísla de los demás y nos impide ser genuinos.
¿Cómo podemos trabajar la vergüenza?
Para trabajar la vergüenza, es fundamental crear entornos seguros donde podamos compartir sin miedo. Aquí algunos pasos importantes:
- Nombrar la emoción: Reconocer que lo que sentimos es vergüenza es el primer paso para empezar a liberarnos. Decir "esto es vergüenza" nos permite verlo desde otra perspectiva.
- Validar la experiencia: Recordar que todos sentimos vergüenza en algún momento. No significa que haya algo inherentemente malo en nosotros, sino que estamos respondiendo a una necesidad humana de pertenencia.
- Buscar espacios de escucha: Hablar de nuestras experiencias con personas de confianza o en terapia nos ayuda a liberar el poder que la vergüenza tiene sobre nosotros.
- Practicar la autocompasión: Tratarse con gentileza, de la misma forma en que trataríamos a un amigo, es clave. La vergüenza se alimenta de la autocrítica, pero se disuelve con la compasión.
Un ejercicio práctico
Te invito a realizar un ejercicio sencillo pero poderoso: tomá una hoja y un bolígrafo y escribí una carta a tu vergüenza. Contale cómo te hace sentir, qué momentos te ha marcado, y qué es lo que necesitás ahora para poder estar mejor. Podés quemarla después, como un símbolo de dejar atrás ese peso o sino guardarla, como para tener una referencia anterior, cuando la leas pasados ciertos meses... La idea es poner distancia, para empezar a verla desde otra perspectiva, más humana, más sencilla, terrenal... y no como algo humillante.
Esta hermosa emoción nos conecta con nuestras heridas, nos hace humanos, protectores y sensibles. No necesitas esconderla para valer o ser respetado, ella te habla de ti.. de aquello de lo que te quieres proteger. Verla, nombrarla, trabajarla y sanarla es un hermoso viaje de enriquecimiento personal.

